Tan apasionada puede ser la escritura como el amor a la bicicleta.
“Si necesitaba reparación, siempre la llevaba al mismo taller en la Avenida Myrtle, donde atendía un negro llamado Ed Perry. Trataba mi bicicleta con guantes y siempre revisaba que las dos ruedas estuvieran alineadas. Con frecuencia me hacía composturas sin cobrarme, porque, como decía, nunca había conocido a un hombre tan enamorado de su bicicleta como yo.”
Así podemos entender la pasión de Henry Miller, por su bicicleta, que cuidaba como si fuera un Rolls Royce. Y para quien la bicicleta se convirtió en su única y verdadera amistad, que prefería andar horas en ella que pasarla con sus amigos.
“Me dio por llamar amiga a mi bicicleta, mantenía conversaciones silenciosas con ella y por supuesto le prestaba la mayor atención. Después de algún tiempo, acostumbrado a pasar tantas horas en ella, perdí el interés por mis amigos. La bicicleta se convirtió en mi única y verdadera amistad”.
Una pasión y amor a su bicicleta que lo llevó a escribir la novela Mi bicicleta y otros amigos, donde narra la relación que tuvo desde niño con las bicicletas. No cabe duda que escribir es como andar en bicicleta, sino te atreves a subirte en ella, siempre le temerás a la hoja en blanco.